Las hazañas como la que han protagonizado los montañeros ilicitanos Juan Agulló, David Belmonte y Javier Rubira con su ascensión a la cima del Nevado Alpamayo (5.947 metros), tienen una carga épica para la sociedad que envuelve la sencillez y la crudeza con la que los actores de esta gesta relatan la incertidumbre que vivieron los días previos y el esfuerzo agónico con el que afrontaron el asalto a una de las paredes de hielo más verticales y duras del mundo.
Al regreso de la ascensión al Nevado Alpamayo (Cordillera Blanca de los Andes), los escaladores ilicitanos hacen balance de la expedición, una aventura exitosa llena de contratiempos, anécdotas e incertidumbres.
Este verano ha sido uno de los más peligrosos para afrontar la ascensión a esta pared helada de casi 500 metros de verticalidad por la Vía Directa Francesa. Los montañeros tuvieron que esperar pacientemente el momento oportuno para asaltar la cima en circunstancias poco favorables: las noticias de las expediciones que coincidieron con los españoles intentando la ascensión eran negativas (en el mes de julio murieron tres personas en el Alpamayo) y Javier Rubira enfermó sin que sus compañeros pudiesen esperar a que se recuperase y afrontaron la escalada los dos.
David Belmonte comenta que «hemos cumplido el 90 % del plan que habíamos diseñado, pero la verdad es que nos hemos tenido que enfrentar a la campaña más peligrosa de los últimos 30 años en el Nevado por las condiciones climáticas, que provocaban frecuentes avalanchas y que la pared estuviese sin hielo en muchos lugares.
Belmonte recuerda el ambiente poco optimista que tuvieron los días previos a la subida a la cima porque tenían noticias de los «accidentes mortales que hubo los días previos. Las noticias eran muy negativas, todas hacían referencia a fracasos y accidentes de los equipos con los que coincidimos, todos ellos con una gran experiencia y con una preparación física muy adecuada. Sólo un equipo de los once que estaban allí hizo cumbre». Como anécdota señala que la situación era tan preocupante que las autoridades se plantearon prohibir los ascensos a la cumbre hasta que la pared se limpiase de nieve. «Afortunadamente para nosotros conforme pasaban los días las condiciones mejoraban y cuando llegamos nosotros todo estaba más normalizado», añade.
Afirma que uno de los hechos más relevantes para el éxito de la expedición fue disponer de un porteador que les ayudó a subir el peso: «ha sido clave que fuésemos cuatro personas las que cargásemos con el material hasta llegar al campo alto, que está a 5.400 metros. Disponer de comida, bebida y gas fue un apoyo notable para el éxito. Además, como el guía tenía experiencia, nos asesoró en cuestiones referentes a la montaña». Juan Agulló añade al respecto que «pudimos contratarlo gracias al apoyo de Ascensores Serki».
Un escenario adverso
David Belmonte destaca que «los accidentes influyeron en nuestro ánimo porque no sabíamos las condiciones que nos íbamos a encontrar cuando nos enfrentásemos a la pared. Todo fueron incertidumbres hasta que decidimos emprender la subida el día 6 de agosto, a la una de la madrugada». A esa hora salieron del campo base y tuvieron que afrontar las primeras dificultades: las avalanchas habían borrado la huella y tuvieron que abrir huella nueva hasta el principio de la pared. Después de noventa minutos de trabajo constante alcanzaron la pared para empezar la escalada. Al frente en este primer tramo estuvo David Belmonte «hasta que llegó un momento en el que la situación me sobrepasó un poco», entonces amanecía cuando tomó el relevo Juan Agulló. Al despuntar el alba estaban a la mitad del recorrido, lo que les dio ánimos para seguir. Los montañeros señalan que ese tramo fue muy duro por las dificultades crecientes y que Juan Agulló tuvo que hacer un gran esfuerzo encabezando la cordada hasta las 10:30 horas que llegaron a la cima.