En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados, los ascensores, no solo tienen un lugar en la realidad, sino también en las páginas de la literatura. A lo largo de los años, los ascensores han sido más que simples aparatos de transporte vertical; han sido símbolos, metáforas y elementos fundamentales en la construcción de tramas literarias intensas. En este artículo, exploraremos cómo los ascensores han cobrado vida en la imaginación de los autores y han influido en la narrativa.
Desde la creación del primer ascensor moderno en 1853, estos ingenios mecánicos han encontrado su camino en la literatura, a menudo actuado como un reflejo de las aspiraciones humanas y los cambios sociales. El ascensor, como símbolo de ascensor social y oportunidad, ha sido utilizado para representar los sueños y deseos de los personajes literarios. Un ejemplo icónico es la novela «Ascensor para el cadalso» de Julien Duvivier, donde el ascensor se convierte en el vehículo que desencadena una trama de misterio y crimen.
En muchos casos, el elevador se ha convertido en un espacio cerrado y claustrofóbico, un microcosmos en el que los personajes se ven atrapados y obligados a confrontar a sus propios demonios internos. Un ejemplo emblemático de esto es la novela de Stephen King, «El Resplandor», donde el ascensor se convierte en un foco de terror sobrenatural y psicológico, manifestando los horrores que acechan en las profundidades de la mente humana.
En la literatura de ciencia ficción, los ascensores espaciales se han convertido en elementos fundamentales para crear mundos futuristas y sociedades interconectadas, como se puede observar en la saga «La cultura» de Iain M. Banks.
En la literatura, los ascensores también se han utilizado para representar dualidades: el contraste entre lo superficial y lo profundo, lo público y lo privado, lo visible y lo oculto. El ascensor puede ser un lugar donde los personajes se encuentran cara a cara, revelando sus verdaderos sentimientos y pensamientos. Un ejemplo de esto se encuentra en la obra «Elevador» del autor argentino Samanta Schweblin, donde los personajes comparten sus secretos más oscuros mientras comparten un viaje en ascensor.
En otras obras el ascensor también ha tenido un papel estelar:
«The Great Gatsby» de F. Scott Fitzgerald: en esta novela clásica, el ascensor en la mansión de Jay Gatsby simboliza su deseo incansable de ascender en la sociedad y ganarse el corazón de Daisy Buchanan. El ascensor se convierte en una metáfora de su búsqueda de una vida mejor y su lucha por superar su origen humilde.
«Elevador» de Samanta Schweblin: esta historia corta de la autora argentina explora la intimidad y la confesión entre desconocidos atrapados en un ascensor. El pequeño espacio se convierte en un escenario para compartir secretos oscuros y reflexionar sobre la naturaleza de las relaciones humanas.
«Ascenso y caída de las grandes potencias» de Tom Rachman: esta novela utiliza el ascensor como un símbolo de los altibajos de la vida de la protagonista, desde su trabajo en una pequeña librería hasta su transformación en una exitosa autora. El ascensor representa los momentos de ascenso y descenso en su vida personal y profesional.
«The Lifted Veil» de George Eliot: esta obra del siglo XIX utiliza el ascensor como un símbolo de acceso a la verdad y la revelación. El protagonista experimenta visiones sobrenaturales cada vez que entra al ascensor, lo que refleja su búsqueda de comprender lo desconocido y trascender las limitaciones humanas.
“El ascensor” de Yael Frankel: la protagonista sube, junto a su perro Roco, al ascensor de su edificio, pero este tiene un desperfecto y, en vez de llevarla a la planta baja, sube a los pisos más altos, donde se encuentra con Doña Paula, el señor Miguel y Cora con sus mellizos. El caprichoso elevador permitirá que los habitantes, encerrados en el trayecto, muestren su solidaridad y creatividad.
“Historias de ascensor” de Xavier Alcover: recoge historias de ascensor con una serie de relatos centrados en la actualidad llenos de humor y de costumbrismo que tienen en común Un ascensor.
“Charlie y el gran ascensor de cristal” de Roald Dahl: Charlie acompañado de su familia se monta en un gran ascensor de cristal que sube y sube hasta entrar en órbita. Al llegar al espacio, se encuentra con personajes monstruosos con los que vivirá increíbles aventuras.
“Teoría del ascensor” de Sergio Chejfec: Una obra que se debate entre la narrativa clásica y el ensayo, en el que los ascensores no solo suben y bajan, sino que también se trasladan de un edificio a otro estableciendo diagonales.
“Tercero sin ascensor” de Lara A. Serodio: alocada comedia de enredos escrita por Lara A. Serodio. ¿Quién no ha vivido alguna vez una noche de infarto? Citas, novios, amigas, encuentros surrealistas, decisiones extremas, aventuras, confidencias, conversaciones de móviles, nuevos inquilinos que van y vienen en busca de un tercero sin ascensor…
En cada uno de estos libros, los ascensores no solo actúan como meros elementos físicos, sino que también sirven como vehículos de significado y simbolismo, añadiendo capas de profundidad a la trama y la experiencia de lectura en general. Su presencia dentro de las páginas de estas obras literarias demuestra la versatilidad de los ascensores como herramientas narrativas que pueden elevar la trama y la imaginación del lector.